Hace una semana mi memoria USB se murió. Bueno, más bien se suicidó…
Todo ocurrió una apacible tarde de octubre. Estaba en mi casa, preparándome para terminar un trabajo pendiente en el portátil de mi empresa, junto a ELLA. Fui al salón, enchufé el ordenador a la red para no gastar batería y me dispuse a terminar mi tarea mientras veía ‘Flashforward’, sentada en el sofá.
La cogí con dulzura entre mis manos, le quité su capuchón de goma negra y la introduje en su correspondiente ranura, como quien deja a su hijo en la puerta del colegio para que entre a hacerse un hombre. De repente, en mi pantalla, se abrió una ventana de aviso que me preguntar si quería dar formato a mi unidad J. ¿Dar formato? ¿Para qué voy a querer dar formato a algo que ya es bueno, útil, perfecto en sí mismo? No, claro que no. Así que, directamente, cerré el cuadro de diálogo, sin ni siquiera pulsar el 'No'.
Yo no lo sabía pero, ahora, echando la vista atrás, entiendo que aquella advertencia sobre mi fondo de escritorio era una carta de suicidio: tanto si pulsaba el ‘Sí’ como el ‘No’, su destino ya estaba escrito.
No se abrió ninguna nueva ventana. El icono no aparecía en mi PC. Reinicié. Busqué. Ctrl + Alt + Supr. La saqué. Esperé un rato. Volví a meterla. Probé en otro ordenador… No podía recuperarla. Sólo veía esa desgarradora nota una y otra vez frente a mí.
Con los ojos empañados en adiós, pulse el ‘Sí’ y comenzó el formateo. En un momento, pasaron ante mí todos los momentos que compartimos juntas: horas de trabajo, algunos PDF’s, un organizado entramado de carpetas y subcarpetas, documentos de Word, las fotos de unas vacaciones no muy lejanas y algún que otro archivo más que mi mente no recuerda. Sus dos gigas de capacidad se proyectaron en mi cabeza como una película de su vida y de parte de la mía.
Físicamente es ella, pero su espíritu, su mente, su memoria o llámalo como quieras, ya no está conmigo. Ahora tengo que volver a llenar sus gigas con mi tiempo, con mi esfuerzo, con mis horas frente al ordenador.
¿Por qué te fuiste? ¿No te trataba bien? Siempre te llevaba conmigo, en mi bolso, junto a otro pen drive y un antiguo MP3, cómodamente guardada en un monedero verde. Te sacaba todos los días y te llenaba de conocimiento, imágenes y música. A veces, incluso, te colgaba de la trabilla de mi pantalón para que no te sintieras sola.
Supongo que te llegó tu hora. Tenías que dejar tu hueco en este mundo para que otra alma ocupara tu capuchón de goma y también tuviera su oportunidad.
Estés donde estés, nunca te olvidaré.
01000001 01100100 01101001 11110011 01110011 ('Adiós', en código binario).