jueves, 29 de octubre de 2009

Réquiem por una memoria USB

Hace una semana mi memoria USB se murió. Bueno, más bien se suicidó…

Todo ocurrió una apacible tarde de octubre. Estaba en mi casa, preparándome para terminar un trabajo pendiente en el portátil de mi empresa, junto a ELLA. Fui al salón, enchufé el ordenador a la red para no gastar batería y me dispuse a terminar mi tarea mientras veía ‘Flashforward’, sentada en el sofá.

La cogí con dulzura entre mis manos, le quité su capuchón de goma negra y la introduje en su correspondiente ranura, como quien deja a su hijo en la puerta del colegio para que entre a hacerse un hombre. De repente, en mi pantalla, se abrió una ventana de aviso que me preguntar si quería dar formato a mi unidad J. ¿Dar formato? ¿Para qué voy a querer dar formato a algo que ya es bueno, útil, perfecto en sí mismo? No, claro que no. Así que, directamente, cerré el cuadro de diálogo, sin ni siquiera pulsar el 'No'.

Yo no lo sabía pero, ahora, echando la vista atrás, entiendo que aquella advertencia sobre mi fondo de escritorio era una carta de suicidio: tanto si pulsaba el ‘Sí’ como el ‘No’, su destino ya estaba escrito.

No se abrió ninguna nueva ventana. El icono no aparecía en mi PC. Reinicié. Busqué. Ctrl + Alt + Supr. La saqué. Esperé un rato. Volví a meterla. Probé en otro ordenador… No podía recuperarla. Sólo veía esa desgarradora nota una y otra vez frente a mí.

Con los ojos empañados en adiós, pulse el ‘Sí’ y comenzó el formateo. En un momento, pasaron ante mí todos los momentos que compartimos juntas: horas de trabajo, algunos PDF’s, un organizado entramado de carpetas y subcarpetas, documentos de Word, las fotos de unas vacaciones no muy lejanas y algún que otro archivo más que mi mente no recuerda. Sus dos gigas de capacidad se proyectaron en mi cabeza como una película de su vida y de parte de la mía.

Físicamente es ella, pero su espíritu, su mente, su memoria o llámalo como quieras, ya no está conmigo. Ahora tengo que volver a llenar sus gigas con mi tiempo, con mi esfuerzo, con mis horas frente al ordenador.

¿Por qué te fuiste? ¿No te trataba bien? Siempre te llevaba conmigo, en mi bolso, junto a otro pen drive y un antiguo MP3, cómodamente guardada en un monedero verde. Te sacaba todos los días y te llenaba de conocimiento, imágenes y música. A veces, incluso, te colgaba de la trabilla de mi pantalón para que no te sintieras sola.

Supongo que te llegó tu hora. Tenías que dejar tu hueco en este mundo para que otra alma ocupara tu capuchón de goma y también tuviera su oportunidad.

Estés donde estés, nunca te olvidaré.

01000001 01100100 01101001 11110011 01110011  ('Adiós', en código binario).

miércoles, 21 de octubre de 2009

Yo sobreviví a la UC3M.- Parafraseando a Nietzsche

Una vez hechas las presentaciones, es hora de cumplir con mis obligaciones de blogger. Hoy toca dejar mis impresiones y recuerdos como estudiante de la universidad Carlos III de Madrid, dentro de la semana temática que hemos organizado. Desde el lunes, mis compañeras en la blogosfera y sufridoras en la realidad universitaria han ido dejando sus recuerdos, críticas, momentos clave, rencores, frases míticas y demás bagaje emocional y psicológico de nuestra etapa estudiantil en cada uno de sus post. Y ahora es mi turno...

Pero yo voy a romper una lanza por la UC3M. Voy a mostraros ese lado positivo y bienintencionado de la universidad del "Homo homini sacra res".

Sí, habéis leído bien. La UC3M tiene una cara amable que siempre ha velado por nosotros. Sin ir más lejos, la asistencia obligatoria a clase no pretendía enclaustrarnos entre sus muros con objeto de hacernos sufrir tediosas asignaturas, no. Su única y sana intención era protegernos del petrificante frío y del aplastante calor que azotaba a otros pobres universitarios que se tiraban en el césped a pasar las horas lectivas. Además, el sistema educativo de la Carlos III nos cuida también de otro terrible peligro del mundo exterior: las manchas verdes del césped que se quedan en los pantalones de aquellos vagos y maleantes que se fuman las clases para tumbarse a la bartola. Ay, pobres almas perdidas...

También se malinterpreta esa maternal protección que ejercía sobre nosotros la Carlos III, ya que sus clases conseguían guiarnos al buen camino de la vida sana, en cuerpo y mente. La distribución del horario nos hacía alejarnos de la cafetería, para llevarnos amorosamente al ayuno sanador de las largas horas de trabajo. ¿Y qué me decís de esos profesores que daban sus cuatro horas de clase sin ningún descanso entre medias? Esos ilustres oradores sólo buscaban propiciar en nosotros el sueño reparador que proporciona escuchar, durante largos, eternos, infinitos minutos, definiciones y explicaciones dudosamente útiles para nuestra vida profesional.

No olvidemos tampoco su más importante aportación a nuestra formación: esas clases nos allanaban el camino a nuestra vida profesional. Sí, sí. Con tal de evitar esas clases éramos capaces de buscar cualquier trabajo, como explotados becarios o incluso como humildes vendedores de cualquier tienda con cartel de "Se busca ayudante", para huir de aquellas duras sillas de madera. Incluso, en el peor de los casos, fomentaban nuestra imaginación para idear una excusa que acallase nuestra conciencia por no ir a la facultad.

Muchos también os quejáis de las innumerables claves de reprografía que nos dejaban, sobre todo por tener gran cantidad de hojas fotocopiadas, aunque eso supusiera un despilfarro de papel. ¿No veis, queridos compañeros, la verdadera intención de aquellos folios en blanco y negro? Con ellos, los profesores nos daban un motivo por lo que luchar y alzar la voz: la defensa del cambio climático. Sin semejante atropello a la regla de las tres erres de la ecología, no podríais haber participado en el Blog Action Day.

¡Cómo olvidar sus desvelados intentos por fomentar nuestra capacidad creativa! A través de sus retorcidas personalidades y extraños comportamientos activaban nuestras mentes para buscar motes y apodos, a cada cual más imaginativo y acertado. El Señor Limón, la Maligna, el Tinky Winky o Rosa Sosa son sólo algunas de las perlas literarias que demuestran cómo es posible despertar las metáforas y las hipérboles en las jóvenes cabecitas de los estudiantes, sólo con un poco de sufrimiento académico.

Además, los profesores también tenían su lado amable y cariñoso. Sí, nos querían mucho y no querían que sufriéramos. Por eso, para volver a ver nuestros rostros una vez más, a la vez que nos facilitaban una vuelta gradual a la vida académica, nos suspendían el examen para reencontrarse con nosotros en septiembre. Incluso, algunos nos cogían tanto cariño que querían volver a tenernos cerca en otra convocatoria. ¿No es bonito?

Como veis, la UC3M es una gran familia que abraza y protege. Nos forma profesionalmente igual que se moldea el hierro: calentándole y dándole golpes por todas partes. De ella, salen promociones tan acostumbradas al sufrimiento que la vida laboral les parece un agradable paseo por un parque. De hecho, deberían cambiar su lema, parafraseando a Nietzsche: "UC3M: si no conseguimos matarte, te harás más fuerte".

P.D.: Ah, por cierto... Pretendía ser sarcástica...

domingo, 18 de octubre de 2009

Va por ustedes

Bueno, aquí estoy. Finalmente vuestras “sugerencias” (ya sea por vía subliminal, liminal o supraliminal) han dado sus frutos y he acabado haciéndome un blog.

Para aquellos que no me conozcan, empezaré esta anécdota como todas las buenas historias que se precien: por el principio.

Hace más de tres meses, una amiga de la universidad se abrió un blog para reflejar las vivencias y pensamientos de su nueva situación académico-laboral, después de cerrar otra etapa académico-laboral en el extranjero, que se produjo tras otra etapa académico-laboral muy fructífera, en cuanto a anécdotas y posts se refiere. A lo tonto, me he plantado en enero de 2008…

Hagamos un flashforward y detengámonos unos diez meses más adelante, una noche en la que el futuro de EE.UU. se decidía a golpe de papeleta y chapas electorales. En aquel momento, otro acontecimiento marcaba la historia de la humanidad con el nacimiento del blog de otra amiga, compañera de mesa en el trabajo y socia desde que un notario lo firmó así. Sin saberlo (de hecho, sin saber nada), empezó a llenar huecos muertos de tardes aburridas de un puñado de lectores internautas.

Pero como a mí nunca me gustó especialmente el frío, vayamos hasta las calurosas temperaturas de agosto de este año, donde comenzó a germinar el blog de otra amiga, compañera de mesa en el trabajo (en el lado contrario) y socia desde que un notario lo firmó así. Desde entonces, de ocho a ocho y media, esperamos; de ocho y media a nueve, trabajamos un poquito; y de nueve a ocho de la mañana del día siguiente, actualizamos el navegador página para leer qué se cuece en las redes sociales.

Desde entonces hasta ahora, los meses y los posts fueron pasando.

Pero, hace unos tres o cuatro días, comenzó una campaña para arrastrarme a las redes de los blogs, posts, links y demás anglicismos. Al estilo Obama con su “Yes, we can”, había un lema que resumía el objetivo de su misión: “Hazte un blog”.

Y, como habréis deducido, acabé cediendo…

¿Qué vais a encontrar aquí? Ay, hija, si yo lo supiera… No soy lista, ni rica, ni guapa. No tengo una vida interesante, ni tengo grandes pensamientos, ni digo frases dignas de recordar. Y, por si fuera poco, el tiempo libre y el humor inteligente no abundan en mi vida cotidiana. Supongo que encontraré algo sobre lo que hablar. Pero no digáis que no os lo advertí…

Para cerrar este primer post, quería dirigirme a las jefas de esta campaña bloggera. Ya sea por no tener que volver a escucharos con la misma cantinela, por la confianza que habéis depositado en mí, porque estáis a punto de sobrepasar la línea entre “ser persistentes” y “ser pesadas” o porque disfruto con vuestras palabras en la Red, os dedico esta entrada. Va por ustedes.