miércoles, 21 de octubre de 2009

Yo sobreviví a la UC3M.- Parafraseando a Nietzsche

Una vez hechas las presentaciones, es hora de cumplir con mis obligaciones de blogger. Hoy toca dejar mis impresiones y recuerdos como estudiante de la universidad Carlos III de Madrid, dentro de la semana temática que hemos organizado. Desde el lunes, mis compañeras en la blogosfera y sufridoras en la realidad universitaria han ido dejando sus recuerdos, críticas, momentos clave, rencores, frases míticas y demás bagaje emocional y psicológico de nuestra etapa estudiantil en cada uno de sus post. Y ahora es mi turno...

Pero yo voy a romper una lanza por la UC3M. Voy a mostraros ese lado positivo y bienintencionado de la universidad del "Homo homini sacra res".

Sí, habéis leído bien. La UC3M tiene una cara amable que siempre ha velado por nosotros. Sin ir más lejos, la asistencia obligatoria a clase no pretendía enclaustrarnos entre sus muros con objeto de hacernos sufrir tediosas asignaturas, no. Su única y sana intención era protegernos del petrificante frío y del aplastante calor que azotaba a otros pobres universitarios que se tiraban en el césped a pasar las horas lectivas. Además, el sistema educativo de la Carlos III nos cuida también de otro terrible peligro del mundo exterior: las manchas verdes del césped que se quedan en los pantalones de aquellos vagos y maleantes que se fuman las clases para tumbarse a la bartola. Ay, pobres almas perdidas...

También se malinterpreta esa maternal protección que ejercía sobre nosotros la Carlos III, ya que sus clases conseguían guiarnos al buen camino de la vida sana, en cuerpo y mente. La distribución del horario nos hacía alejarnos de la cafetería, para llevarnos amorosamente al ayuno sanador de las largas horas de trabajo. ¿Y qué me decís de esos profesores que daban sus cuatro horas de clase sin ningún descanso entre medias? Esos ilustres oradores sólo buscaban propiciar en nosotros el sueño reparador que proporciona escuchar, durante largos, eternos, infinitos minutos, definiciones y explicaciones dudosamente útiles para nuestra vida profesional.

No olvidemos tampoco su más importante aportación a nuestra formación: esas clases nos allanaban el camino a nuestra vida profesional. Sí, sí. Con tal de evitar esas clases éramos capaces de buscar cualquier trabajo, como explotados becarios o incluso como humildes vendedores de cualquier tienda con cartel de "Se busca ayudante", para huir de aquellas duras sillas de madera. Incluso, en el peor de los casos, fomentaban nuestra imaginación para idear una excusa que acallase nuestra conciencia por no ir a la facultad.

Muchos también os quejáis de las innumerables claves de reprografía que nos dejaban, sobre todo por tener gran cantidad de hojas fotocopiadas, aunque eso supusiera un despilfarro de papel. ¿No veis, queridos compañeros, la verdadera intención de aquellos folios en blanco y negro? Con ellos, los profesores nos daban un motivo por lo que luchar y alzar la voz: la defensa del cambio climático. Sin semejante atropello a la regla de las tres erres de la ecología, no podríais haber participado en el Blog Action Day.

¡Cómo olvidar sus desvelados intentos por fomentar nuestra capacidad creativa! A través de sus retorcidas personalidades y extraños comportamientos activaban nuestras mentes para buscar motes y apodos, a cada cual más imaginativo y acertado. El Señor Limón, la Maligna, el Tinky Winky o Rosa Sosa son sólo algunas de las perlas literarias que demuestran cómo es posible despertar las metáforas y las hipérboles en las jóvenes cabecitas de los estudiantes, sólo con un poco de sufrimiento académico.

Además, los profesores también tenían su lado amable y cariñoso. Sí, nos querían mucho y no querían que sufriéramos. Por eso, para volver a ver nuestros rostros una vez más, a la vez que nos facilitaban una vuelta gradual a la vida académica, nos suspendían el examen para reencontrarse con nosotros en septiembre. Incluso, algunos nos cogían tanto cariño que querían volver a tenernos cerca en otra convocatoria. ¿No es bonito?

Como veis, la UC3M es una gran familia que abraza y protege. Nos forma profesionalmente igual que se moldea el hierro: calentándole y dándole golpes por todas partes. De ella, salen promociones tan acostumbradas al sufrimiento que la vida laboral les parece un agradable paseo por un parque. De hecho, deberían cambiar su lema, parafraseando a Nietzsche: "UC3M: si no conseguimos matarte, te harás más fuerte".

P.D.: Ah, por cierto... Pretendía ser sarcástica...

4 comentarios:

  1. ¡Uy! Cómo no haberme dado cuenta de todos estos detalles... Qué mal pensada he sido, ¿no?

    * En cuanto a ser sarcástica... '¡Lo has sidoooo!', parafraseando a Marge Simpson

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  2. Jajajajajajajajajajaja.

    Y digo yo ¿césped? ¿Qué cesped? Si en la facultad de Comunicación teníamos tierra verde.

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  3. Jajaja no me acordaba del Tinki winky...
    Genial el post ;)

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  4. Qué grande, muy buena tu visión sarcástica. Ahora hasta me siento culpable de no echar de menos la universidad.

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