La verticalidad de la postura que me vi obligada a adoptar en los últimos días, me permitió vivir desde el otro lado uno de los eventos del mundo digital más importantes de nuestro país y que mis compañeras y yo esperábamos con mucha esperanza: Ficod 09.
La tercera edición de la Feria Internacional de Contenidos Digitales se presentaba como una oportunidad de respirar una buena cantidad de ideas, formatos, puntos de vista y experiencias de todo este mundo ligado a la red. Al menos, esa era la impresión que me transmitían mis amigas-compañeras a raíz de su visita en la edición anterior. Perdonad que no hable en este caso en primera persona, pero el año pasado tuve que compatibilizar mi visita al Palacio de Congresos de Madrid con un curso de sonido, por lo que no pude disfrutar plenamente de las conferencias, mesas redondas y talleres que tuvieron lugar. Por eso, este año me tocaba poner a prueba a Ficod y ver si era capaz de ofrecerme la experiencia digital que hacía brillar los ojos de mis amigas-compañeras.
Pero no pudo ser… Causas de fuerza mayor me impidieron disfrutar del evento como yo hubiera querido, aunque sí me permitieron ver la otra cara de este tipo de acontecimiento. Durante tres días, estuve con nuestra cámara Pepita en uno de los stands informativos-publicitarios (elegid el adjetivo que queráis), grabando a todas aquellas personas que tuvieran una idea o un proyecto innovador y estuvieran buscando apoyos o financiación.
De pie, ya fuera al lado de la cámara o junto a la mesa de los folletos, vi gente. Mucha gente. Especialmente me gustó ver la variedad de personas que iban y venían a las conferencias: encorbatados, fotógrafos y cámaras, jóvenes con vaqueros y Converses, mujeres con modelitos y tacones imposibles, grupos de estudiantes, alguna que otra persona mayor recolectora de productos de promoción,… Incluso pude reconocer más de una cara conocida por el pasillo principal del Palacio de Congresos, para alegrarme el día.
Pero, sobre todo, lo que más vi fue tecnología: mucho i-phone, mucho netbook (con Wifi, of course), mucho móvil táctil, mucho i-pod y mucha cámara digital. Eso sí: justo delante de nuestro stand permanecía invariable la estantería de tipo Ikea con periódicos en papel que, al final de la jornada, siempre acaba prácticamente vacía. Por lo que se ve, aún queda hueco para la letra impresa… al menos si es gratis.
Además, el trabajo concreto que me tocó desarrollar me permitió conocer brevemente a muchas personas y sus proyectos. Salvo un par de ideas realmente llamativas e innovadoras, el resto se resumía en “darle una vuelta” a algo ya existente: hacerlo más accesible en espacio y tiempo, más sencillo de utilizar, más plural, más interconectado o más útil. Ya que no se puede luchar contra el "nihil novum sub sole", al menos vamos a maquillarlo un poco para que parezca más atractivo.
Aunque fuera sólo de pasada, también pude conocer cómo es el trabajo de las azafatas de los stands. Un pequeño briefing sobre el discurso que tienen que soltar a los curiosos que se acerquen a la mesita de información y ya las lanzan a los pasillos del congreso en cuestión. El resto de la información la van aprendiendo sobre la marcha, a raíz de las dudas que va planteando la gente y que ni siquiera los propios responsables del stand saben responder sin dar un pequeño rodeo oratorio. Entre explicación y explicación, entrega de chapas y folletos. En los ratos muertos, conversaciones triviales con la confianza que otorgan ocho horas codo con codo. Y todo, con una sonrisa, no por que lo exijan los encargados, sino porque sale solo, sobre todo si quien se acerca a pedir una simple chapa viene con amabilidad en la mirada.
En los tres días, sólo pude asistir a la inauguración oficial del evento, a los minutos finales de un taller de un medio digital y a una entrega de premios en la que sentimos que la esquinita superior izquierda de uno de esos galardones era también nuestra. Me daba una gran envidia sana ver el programa de actos con mis amigas-compañeras durante la comida, mientras repetía: ‘Ésta charla tiene buena pinta’. Una de esas “espinitas” que más me dolió fue una charla sobre periodismo digital, con varios profesionales a los que tenía ganas de poner cara y voz. Me consuela saber que alguien la disfrutó y la aprovechó mucho (¡olé tus ovarios, Blanca!).
Este año, el Ficod ha sido mejor que el anterior. Lo supe cuando recogí mi acreditación, con su correspondiente bolsa de bienvenida y vi los regalos promocionales. Lo oí en la presentación oficial, de boca del mismísimo ministro de Industria, Turismo y Comercio (Sebas para los amigos). Y lo leo ahora en los medios digitales, que hacen balance de las visitas y de la calidad de las conferencias, talleres y mesas redondas.
A la espera de la próxima edición de la Feria de Contenidos Digitales, intentaré hacer honor al término “blogger” e, incluso, abrirme una cuenta de Twitter. Dentro de unos 365 días, espero poder disfrutar sentada del Ficod 2010.
La tercera edición de la Feria Internacional de Contenidos Digitales se presentaba como una oportunidad de respirar una buena cantidad de ideas, formatos, puntos de vista y experiencias de todo este mundo ligado a la red. Al menos, esa era la impresión que me transmitían mis amigas-compañeras a raíz de su visita en la edición anterior. Perdonad que no hable en este caso en primera persona, pero el año pasado tuve que compatibilizar mi visita al Palacio de Congresos de Madrid con un curso de sonido, por lo que no pude disfrutar plenamente de las conferencias, mesas redondas y talleres que tuvieron lugar. Por eso, este año me tocaba poner a prueba a Ficod y ver si era capaz de ofrecerme la experiencia digital que hacía brillar los ojos de mis amigas-compañeras.
Pero no pudo ser… Causas de fuerza mayor me impidieron disfrutar del evento como yo hubiera querido, aunque sí me permitieron ver la otra cara de este tipo de acontecimiento. Durante tres días, estuve con nuestra cámara Pepita en uno de los stands informativos-publicitarios (elegid el adjetivo que queráis), grabando a todas aquellas personas que tuvieran una idea o un proyecto innovador y estuvieran buscando apoyos o financiación.
De pie, ya fuera al lado de la cámara o junto a la mesa de los folletos, vi gente. Mucha gente. Especialmente me gustó ver la variedad de personas que iban y venían a las conferencias: encorbatados, fotógrafos y cámaras, jóvenes con vaqueros y Converses, mujeres con modelitos y tacones imposibles, grupos de estudiantes, alguna que otra persona mayor recolectora de productos de promoción,… Incluso pude reconocer más de una cara conocida por el pasillo principal del Palacio de Congresos, para alegrarme el día.
Pero, sobre todo, lo que más vi fue tecnología: mucho i-phone, mucho netbook (con Wifi, of course), mucho móvil táctil, mucho i-pod y mucha cámara digital. Eso sí: justo delante de nuestro stand permanecía invariable la estantería de tipo Ikea con periódicos en papel que, al final de la jornada, siempre acaba prácticamente vacía. Por lo que se ve, aún queda hueco para la letra impresa… al menos si es gratis.
Además, el trabajo concreto que me tocó desarrollar me permitió conocer brevemente a muchas personas y sus proyectos. Salvo un par de ideas realmente llamativas e innovadoras, el resto se resumía en “darle una vuelta” a algo ya existente: hacerlo más accesible en espacio y tiempo, más sencillo de utilizar, más plural, más interconectado o más útil. Ya que no se puede luchar contra el "nihil novum sub sole", al menos vamos a maquillarlo un poco para que parezca más atractivo.
Aunque fuera sólo de pasada, también pude conocer cómo es el trabajo de las azafatas de los stands. Un pequeño briefing sobre el discurso que tienen que soltar a los curiosos que se acerquen a la mesita de información y ya las lanzan a los pasillos del congreso en cuestión. El resto de la información la van aprendiendo sobre la marcha, a raíz de las dudas que va planteando la gente y que ni siquiera los propios responsables del stand saben responder sin dar un pequeño rodeo oratorio. Entre explicación y explicación, entrega de chapas y folletos. En los ratos muertos, conversaciones triviales con la confianza que otorgan ocho horas codo con codo. Y todo, con una sonrisa, no por que lo exijan los encargados, sino porque sale solo, sobre todo si quien se acerca a pedir una simple chapa viene con amabilidad en la mirada.
En los tres días, sólo pude asistir a la inauguración oficial del evento, a los minutos finales de un taller de un medio digital y a una entrega de premios en la que sentimos que la esquinita superior izquierda de uno de esos galardones era también nuestra. Me daba una gran envidia sana ver el programa de actos con mis amigas-compañeras durante la comida, mientras repetía: ‘Ésta charla tiene buena pinta’. Una de esas “espinitas” que más me dolió fue una charla sobre periodismo digital, con varios profesionales a los que tenía ganas de poner cara y voz. Me consuela saber que alguien la disfrutó y la aprovechó mucho (¡olé tus ovarios, Blanca!).
Este año, el Ficod ha sido mejor que el anterior. Lo supe cuando recogí mi acreditación, con su correspondiente bolsa de bienvenida y vi los regalos promocionales. Lo oí en la presentación oficial, de boca del mismísimo ministro de Industria, Turismo y Comercio (Sebas para los amigos). Y lo leo ahora en los medios digitales, que hacen balance de las visitas y de la calidad de las conferencias, talleres y mesas redondas.
A la espera de la próxima edición de la Feria de Contenidos Digitales, intentaré hacer honor al término “blogger” e, incluso, abrirme una cuenta de Twitter. Dentro de unos 365 días, espero poder disfrutar sentada del Ficod 2010.