Como buena española que soy, me gusta más la fiesta y el cachondeo que a un tonto un lápiz rojo. Por eso, este fin de semana, me planté un gorro de bruja y un vestido negro y salí a reírme y a bailar con la excusa de que era Halloween.
Eso sí, haciendo honor a mi raza hispana, no puedo evitar que la crítica (más mordaz que constructiva) corra por mis venas como los glóbulos rojos de ‘Érase una vez…la vida’. Así que, siguiendo la tradición de criticar en otros aquello que nosotros mismos hemos hecho o vamos a hacer, también me toca censurar la celebración de una tradición importada de la superpotencia americana.
Yo no celebro el Día de Todos los Santos a la manera española, llevando flores a las tumbas de mis difuntos. Creo que a ellos les da igual que les lleve o no una corona que se va a marchitar dos días después y por la que me va a cobrar lo que pide San Pedro por entrar al cielo. Yo les llevo en mi recuerdo que es una manera de honrarlos mucho más sentida y menos hipócrita que las rosas más lozanas del camposanto. Por eso mismo, aprovecho para pediros que, el día que me queméis o me echéis tierra (eso lo dejo a vuestra elección, para que me deis una sorpresa), os gastéis el dinero de las flores en una donación a una ONG y en tomaros unas cañas a mi salud.
A pesar de mis convicciones con respecto al día uno de noviembre, no me gusta la idea de pasar la víspera del Día de los Difuntos dando o recibiendo sustos, entre demonios, brujas, zombies y seres indefinidos (véase aquellas personas con ropa negra y/o roja y maquillaje blanquecino que no se sabe muy bien de qué van disfrazadas). ¿Por qué tenemos que importar una tradición que es tan opuesta a la que impera aquí? Bien, creo que la respuesta está claro: genera dinero. Desde la venta de calabazas, pasando por el alquiler o compra de disfraces, hasta llegar a las salas de fiestas y discotecas, consiguen un incremento extra de sus ingresos. Este año, la verdad, les habrá venido bien, dada la situación económica que nos toca vivir. Eso sí, no habrá sido gracias a mí porque mi disfraz era totalmente reciclado y el balance total de la noche no asciende a más de nueve euros (chocolate con churros incluido).
Si a esta “ventaja” le añadimos el hecho de poder quedarse toda la noche despiertos, en el caso de los niños, y poder quedarse despiertos y tener una excusa para beber y divertirse, en el caso de los mayores, ya tenemos el terreno perfecto para que Halloween se instale en nuestras vidas.
¿A alguien se le ha ocurrido importar el Día de Acción de Gracias? No, por favor. La idea de pasar un día con la familia, comiendo todos juntos, dando gracias por lo bueno de este año da más escalofríos que cualquier película de miedo. ¿Nadie ha caído en la cuenta de que Halloween es otro carnaval, sólo que en noviembre? Sí, claro. Pero a ver quién es el listo que se atreve a decirlo: mejor nos estamos calladitos que así tenemos dos pretextos para divertirnos en dos meses distintos.
En fin, por mucho que me queje, el año que viene los cuernos de demonio compartirán sitio con las coronas de flores de plástico en cualquier tienda de ‘Todo a 0,60’ que se precie. Pero, ¿y lo a gusto que se queda una después de semejante parrafada crítica?
P.D: Para tocar más los cojones (algo también muy español), publico el post el día 2 de noviembre y en mi horario laboral. ¡Toma!
Aunque haya sido un 2 de noviembre y en tu horario laboral, has actualizado tu blog. Lo de actualizar el blog y las redes sociales en el trabajo también es muy español. Eso sí, reitero en lo que te dije el otro día sobre hacer un simpa: date prisa, o te quitarán la nacionalidad española.
ResponderEliminarLo de las cañas a tu salud con el dinero de las flores está hecho. Si quieres, no hace falta ni esperarnos a que mueras, puede ser cualquier día y te dejamos venir :P
¡Joder! No he odiado más Halloween que el sábado por la tarde, cuando pasé hora y media de reloj en casa y los niños del pueblo casi no me dejan ducharme por su 'Truco o trato!. Creo que nunca había visto eso en realidad... Por lo menos yo sabía de qué iba la vaina, que a mi pobre vecina le oí preguntar a unos niños marroquíes que si esto venía de su país, que ella nunca lo había visto; mientras entraba a casa a por caramelos. ¿Vendrán a por el aguinaldo...?
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