viernes, 13 de noviembre de 2009

De perdidos al río

Todo comenzó como una inocente propuesta para pasar un día tranquilamente en la sierra, a principios del mes de octubre, con un simple correo electrónico. En poco tiempo, la proposición pasó a alargarse un fin de semana entero, casa incluida. Un par de respuestas negativas después y se cambió de fecha otros siete días más tarde. Ahora ya había un coche con el que llegar a la casa, pero no había gente. Se pospuso de nuevo. A pocos días de la nueva fecha, un amago de cancelación de planes se cernía sobre nuestras bandejas de entradas. Pero al final, enarbolando la bandera con el lema “de perdidos al río”, seguimos a delante con las personas imprescindibles: la que propuso la idea, la que ponía la casa y la que ponía el coche.

Viernes.
Tras comprar las provisiones imprescindibles para la cena y los desayunos de los días que estaríamos fuera y recoger a todas las participantes de la escapadita, pusimos rumbo a Guadarrama, con dos copilotas de excepción para guiar a una conductora algo inexperta. Una vez allí, el frío de la sierra nos recibió en la puerta de la casa y no la abandonó en ningún momento, a pesar de los desvelados esfuerzos de la niña de la calefacción porque no tuviéramos los pies congelados.

Con los abrigos puestos, comenzamos una cena con las mejores croquetas de este pueblecito de la sierra y algo de los víveres que trajimos del Mercadona. Después, una partida a un Trivial con “preguntas-URSS”, que acabamos pronto gracias (o por culpa de) la vasta sabiduría de la niña de las fotos, que comía, jugaba y, en general, vivía con la cámara cerca para inmortalizar cada momento. Por último, un colchón por aquí, un par de mantas por allá y una noche de sueño para afrontar con fuerzas un día de turismo.




Sábado.
Bien entrada la mañana, nos fuimos despertando de manera gradual. Con el abrigo sobre el pijama, comprobamos con tristeza que el día era la antítesis total de lo que habíamos imaginado para ir de visita a El Escorial: ráfagas de aire, frío y una lluvia intermitente pero fuerte. Cambio de planes: iríamos a comprar más comida para las cenas de los próximos días, a la espera de que mejorase el tiempo. Por el camino, nuevo cambio de planes: haríamos una tarta para pasar la mañana.

Realmente, esta última idea nos salió rana cuando terminamos de preparar el pastel en apenas quince minutos (¿se me olvidó decir que la tarta era de esas que viene con todos los ingredientes preparados?) y quedaba por delante toda una mañana encerradas en casa. Así que hicimos lo típico en un día de lluvia: jugar a las cartas mientras picoteábamos guarrerías antes de preparar una pizza precocinada.

No os preocupéis. Esta historia tiene un final feliz: no morimos por un subidón hipercalórico y el tiempo mejoró ligeramente como para llegar en coche a El Escorial. Cuando digo “ligeramente”, quiero decir que desde que salimos de Guadarrama hasta que llegamos a nuestro destino, no llovió. Allí, el agua nos dio cierta tregua, justo para ver el monasterio (por fuera, porque íbamos en plan pobre y no queríamos pagar entrada) y dar un tranquilo paseo por los alrededores. Después, una cortina de agua nos obligó a volver al coche a marchas forzadas.

Una vez en casa, pegadas al calefactor, cenamos los bocadillos que habíamos preparado inicialmente para comer fuera por la mañana. Como final de esta jornada, una partida de Scattergories en el sofá, con las mantas sobre las piernas, que volvió a ganar la niña de las fotos.

Domingo.
El refrán “a quién madruga, Dios le ayuda” tomó significado el último día de nuestra escapada. Al parecer, el esfuerzo de levantarnos pronto se vio recompensado con un tiempo relativamente mejor que el del día anterior: al menos, ya no llovía.

Con unos bocadillos para la excursión, nos montamos en el coche con la intención de pasar el día en Segovia. El camino fue más largo de lo planeado debido a un pequeño error de cálculo con las carreteras y a la avanzada edad de nuestro medio de transporte que dificultó la subida por el paso del Alto del León. Además, una vez en la capital del cochinillo asado, los carteles del supuesto “centro histórico” nos hicieron aparcar más o menos cerca de Valladolid.

A pesar del frío y de las ráfagas de viento, pasamos una buena mañana en Segovia, viendo el acueducto, la catedral y el Alcázar (todo desde fuera, por supuesto). Y, precisamente por ese “agradable” paseo, la mejor parte de la visita fue el café caliente que tomamos sentadas y refugiadas en una cafetería que estaba en el camino de vuelta al coche.

La vuelta a casa fue mucho más fácil para nuestro querido cuarto compañero de viaje: mi coche. Esta vez nos estiramos un poco más y decidimos pagar los tres euros y pico del peaje para que el viaje de regreso no fuera tan angustioso, sobre todo para la niña de la dirección insistida. Como última parada turística, una visita rápida al embalse de La Jarosa para hacer (más) fotos mientras comíamos las últimas chucherías que nos quedaban.

Una vez bajo techo, la niña de la calefacción tuvo una de las mejores ideas del fin de semana: sacar el parchís de Los Simpsons. Nos reímos, hicimos fotos, pensamos estrategias de ataque con nuestras fichas, clamamos venganza cuando nos comían una,… Pero todo eso quedó en nada cuando dimos la vuelta al tablero y vimos la posibilidad de jugar con seis fichas, es decir, a dos por persona. Las carcajadas, los despistes, sacar tres seis seguidos, los bloqueos, continuar con las estrategias, hacer pactos y tirar los dados por el suelo alargó la velada hasta bien entrada la noche (y eso que tuvimos que parar para cenar).




Al día siguiente, maletas y desconexión de la caldera: las clases en la universidad de Alcalá no dieron tregua a la niña de la calefacción y nos volvimos a casa. Evidentemente, durante el camino, más fotos y más risas.

Gracias por esta escapadita “from lost to the river” (o “de perdidos al río” para los que no sepáis inglés)

P.D: Si alguna de las niñas aludidas en estas líneas lee este post, siento la tardanza en publicarlo.

3 comentarios:

  1. jaaaajajaja, me encanta ser la niña de las fotos! lo reconozco... sin mi cámara pegada al bolso, no soy yo!!
    jo... es una descripción minuciosa de un gran fin de semana que, por supuesto, hay que repetir!!!!!!!!
    un besito niña de la dirección insistida!!

    PD: me ha encantado el detalle de Valladolid, jajajaja

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  2. Me he dejado muchas cosas en el tintero, pero me alegro mucho de que te haya gustado :-)

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