jueves, 11 de febrero de 2010

P

Esta semana podría quedar resumida con una sola letra (sí, le he copiado la idea a la parada).

El lunes ya apuntaba maneras: con la Panasonic y el Portátil en el maletero del coche, y una tarjeta P2 en mi bolso, a buen recaudo. Me resultó difícil desprenderme de ella para devolvérsela al hombre que nos la había prestado (GRATIS) todo el fin de semana. Sobre todo porque con ella había aprendido mucho en los pocos días que pasamos juntas. Comprendí que una ranura PC Card (tipo II) no es lo mismo que una ranura PMCIA (o lo que es lo mismo: si la tarjeta no entra hasta el fondo, es que esa entrada no vale). También descubrí que mi portátil Prehistórico aún podía servirme para algo, a pesar de sus escasos 2 gigas de disco duro (ésta es una de las ventajas de tener “complejo de urraca” y no tirar nada de las cosas inútiles almacenadas en el armario y en los cajones de mi habitación).

Por la tarde, me sentí totalmente Perdida en la clase de bailes de salón (aunque creo que no fui la única). Dado que nos hemos incorporado un mes más tarde que el resto, es bastante difícil coger a la primera los Pasos del tango. Si, además, le añadimos que la media de edad de nuestra clase ronda los 50 años (tirando por lo bajo) y que bailan medianamente bien, evitar no perderse ya se convierte en una cuestión de orgullo. Especialmente, cuando la señora Herminia, con sus setenta y pico años, sus mallas negras ajustadas y sus zapatos de tacón cubano, mueve las piernas y las caderas mejor que muchas gogós de discoteca. Es realmente desesperante que tu cerebro mande la orden de que el Pie derecho se mueva hacia un lado, tal y como hace el profesor, y tu extremidad avance hacia donde le venga en gana.

El martes, empezó amenizado por los Pasodobles que canturreaba la que no sabe nada mientras trabajábamos. Poco antes de irme a casa, un mensaje privado en el Tuenti: una amiga me proponía quedar por Sol esa misma tarde para hacer un par de gestiones. Después de comprar fieltro para un par de broches que tengo en mente y de babear delante de una tienda de chucherías, nos acercamos a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago para pedir información con la esperanza de convertirnos en Peregrinas de aquí a unos meses. Con el formulario de la credencial rellenado y mirando el calendario para ajustar nuestras vacaciones, no podíamos acabar la tarde sin tomarnos una Palmera. De chocolate, por supuesto.

A las 22.15 horas, me esperaba la sexta temporada de Perdidos. Para mí suponía muchos cambios: verla en la televisión (acostumbrada a hacerlo a través de Internet) y sin poder comentarlo con mi hermana, con quien me he tragado las últimas tres temporadas. Mi opinión de los dos primeros capítulos sigue siendo la misma que tenía al ver los últimos dos de la quinta temporada: si consiguen desenmarañar la madeja de manera coherente, les quedará una verdadera serie de culto; si no, todo acabará siendo un sueño de Resines. Aún así, ya estoy esperando que llegue el martes que viene.

El miércoles transcurrió ajetreado, entre pastillas de Plastilina, Pegamento, Papeles y Pinturas de colores (tranquilos: no estoy repitiendo el último curso de Parvulitos). Por la tarde, más Pasos de baile, pero esta vez la salsa y el cha-cha-chá se nos dieron mejor. Gran parte de este éxito se debió a que no bailamos en parejas por falta de hombres y a que el profesor no nos enseñó muchos giros (no controlo mi cuerpo cuando supero los 180º grados de rotación).

Esta tarde, mientras toqueteo un Programa informático (de cuyo nombre no quiero acordarme porque me estropea el hilo argumental del post), redacto estas líneas. Al mismo tiempo, me estoy descargando una Película de mi infancia que creía que no encontraría nunca. Mientras, recuerdo que esta noche toca Pescado para cenar. Parece que despegarme de esta letra va a ser más difícil de lo que pensaba…

Con un poco de suerte, el resto de la semana transcurrirá más allá de esta barrera del alfabeto. ¡Ah, no! Aún queda el P*** San Valentín (que cada uno sustituya los asteriscos por las letras que considere oportunas).

4 comentarios:

  1. ¿Pero bueno, cómo es que nadie me había contado que os habéis apuntado a bailes de salón? Para ser Periodista ando un poco Perdida con todo lo que os Pasa, Pendejas. Pero siempre Puedo Ponerme al día Pasándome por tu blog (Porque Por el de la otra que baila contigo los Pasodobles lo veo complicado).

    Porque no son horas, que si no te llenaba todo el comentario de Palabras que empiecen por P.

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  2. ¡Hola!

    Espero que no te importe si me hago un fijo en las opiniones de tu blog ;)

    Mucha suerte con el Camino de Santigo; es un objetivo que tengo marcado desde hace varios años, solo que yo lo haría en bici. Al final nunca encuentro con quién hacerlo o tiempo o estado de forma. Seguro que de las vivencias que tengas de peregrina escribes una crónica magnífica.

    Casi me siento mal por no utilizar nada con la P....

    Un saludete :)

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  3. @Laura: No consideré que apuntarse a bailes de la salón con parejas de cincuentones que bailan mejor que nosotras fuera digno de publicarse en Facebook :-S

    @Goldman: Por supuesto que no me importa que te hagas un fijo en los comentarios (es más, me alegra mucho). Yo llevo pensando lo del Camino de Santiago un par de años pero siempre acababa encontrando alguna excusa. Este año me he propuesto firmemente hacerlo y no me echaré atrás. Espero que algún día tú también puedas hacerlo porque creo que es una experiencia muy gratificante (¡y eso que solamente he dado un pequeño primer paso para empezarlo!).

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  4. No menosprecies a los cincuentones y su habilidad para los bailes de salón. Ten en cuenta que el boom de este tipo de clases fue a finales de los noventa (te lo dice alguien que lo sufrió indirectamente como hija y sobrina), cuando aún eran cuarentones, y todos ellos fueron en masa a apuntarse a esta nueva moda. Os sacan muchos años de ventaja.

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