Ya tenía ganas de escribir este post…
Por fin he acabado el libro de ‘Ébano’, de Ryszard Kapuscinski. No penséis que lo digo aliviada, como si me hubiera quitado un peso de encima. Más bien al contrario: he disfrutado mucho leyéndolo. Digo “por fin” porque, debido a mis escasos momentos de ocio y gracias a la estructura del libro, su lectura se ha dilatado más de lo que me hubiera gustado.
La verdad es que sólo conocía a Kapuscinski porque es el nombre de mi promoción de Periodismo. Debería saber algo más sobre él (bueno, algo más allá de que es un periodista y que murió en 2007) dada mi licenciatura, pero no soy de ese tipo de chicas que son listas y recuerdan datos o nombres. Pero llegó a mis manos este libro, gracias a mi prima y a mi primo menos cuarto que me regalaron ‘Ébano’ como parte de un pedazo regalazo (perdón por los dos sufijos aumentativos, pero en este caso están más que justificados).
Comencé a leerlo con algo de miedo. El resumen de la contraportada no me daba muchas pistas de lo que me iba a encontrar dentro, más allá de los elogios al autor. Además, el gusto de mi primo menos cuarto por los temas históricos me hacía sospechar que iba a ser un libro difícil de leer para mí. Aún así, nunca desecho un libro sin haber leído antes al menos los primeros capítulos y puedo contar con los dedos de una mano aquellos que he abandonado sin terminar sus páginas.
Los primeros capítulos me sorprendieron mucho, porque apenas encontré mis temidos datos históricos. Más allá de algunos nombres de ciudades y mandatarios africanos, necesarios para el desarrollo de la narración, leí las impresiones de un blanco en tierra de negros, desbordado por la grandeza del continente. Su visión es la de un europeo que no se siente superior, por su pasado colonialista, sino más bien al contrario: debilitado por el calor, evidentemente pálido por el color de la piel, sin ansias de dominar sino de situarse a la misma altura para entender el por qué de cada gesto o de cada movimiento de los africanos.
Cuando llevaba algo menos de la mitad del libro, no podía quitarme una palabra de la cabeza: “transparente”. Leer cada párrafo, cada hoja, cada capítulo era ver con total nitidez todo aquello que describía, sin caer en exceso ni defecto de adjetivos y, sobre todo, con un lenguaje sencillo, sin perder por ello la precisión de los términos ni el dinamismo de la narración. Me dejó realmente fascinada la capacidad de Kapuscinski para mostrar una realidad totalmente ajena a la nuestra como algo totalmente cercano e, incluso, cotidiano. A la descripción objetiva del periodista se unía la necesidad del reportero de hacer llegar los rasgos de otra sociedad, conseguir explicar los hechos que hacen que una cultura sea de esa determinada manera, hasta el punto de comprender cómo algunos detalles que podríamos pasar por alto, determinan el día a día de un colectivo. En esta misma línea, me impresionó saber cómo el calor sofocante de África marca soberanamente las actividades cotidianas de la gente, las estructuras de las casas, los emplazamientos de los poblados,… Impacta muchísimo llegar a comprender cómo la sombra y las corrientes de aire pueden llegar a convertirse en un bien preciado, precisamente por su escasez.
Conforme iba avanzando en la lectura, empecé a ver el libro como una metáfora del propio continente del que habla. Es el ejemplo perfecto de lo que significa la palabra “mosaico”. Cada capítulo mostraba una historia y un aspecto diferente de África, a la vez que constituía una pieza imprescindible para entender los hechos anteriores y, con probabilidad, los venideros. Igual que en un mosaico, cada tesela es importante de por sí, ya sea por su forma o por su color, pero cobra su sentido pleno cuando está integrada con el resto de las piezas y, sobre todo, cuando se observa con un poco de perspectiva.
Todo lo dicho en los párrafos anteriores, aparece resumido en un par de extractos que encontré en las últimas páginas del libro:
“Estando en África, el europeo no ve más que una parte de ella: por lo general, ve tan sólo su capa exterior, que a menudo no es la más interesante, ni tampoco reviste mayor importancia. Su mirada se desliza por la superficie, sin penetrar en el interior, como si no se creyese que detrás de cada cosa, pudiera esconderse un misterio, misterio que, a un tiempo, se hallara encerrado en ella. Pero la cultura europea no nos ha preparado para semejantes viajes hacia el interior, hacia las fuentes de otros mundos y de otras culturas.”
“África significa miles de situaciones. De lo más diversas, distintas, contradictorias, opuestas. Alguien dirá: ‘Allí hay guerra’. Y tendrá razón. Otro dirá: ‘Allí hay paz’, y también tendrá razón. Todo depende de dónde y cuándo”.
Tenía ganas de escribir este post para invitaros a leer este libro que ido disfrutando a sorbos pequeños.
P.D: Por cierto, he tenido que buscar en Google cómo se escribía Kapuscinski. No soy tan inteligente como para saberlo de memoria…
Por fin he acabado el libro de ‘Ébano’, de Ryszard Kapuscinski. No penséis que lo digo aliviada, como si me hubiera quitado un peso de encima. Más bien al contrario: he disfrutado mucho leyéndolo. Digo “por fin” porque, debido a mis escasos momentos de ocio y gracias a la estructura del libro, su lectura se ha dilatado más de lo que me hubiera gustado.
La verdad es que sólo conocía a Kapuscinski porque es el nombre de mi promoción de Periodismo. Debería saber algo más sobre él (bueno, algo más allá de que es un periodista y que murió en 2007) dada mi licenciatura, pero no soy de ese tipo de chicas que son listas y recuerdan datos o nombres. Pero llegó a mis manos este libro, gracias a mi prima y a mi primo menos cuarto que me regalaron ‘Ébano’ como parte de un pedazo regalazo (perdón por los dos sufijos aumentativos, pero en este caso están más que justificados).
Comencé a leerlo con algo de miedo. El resumen de la contraportada no me daba muchas pistas de lo que me iba a encontrar dentro, más allá de los elogios al autor. Además, el gusto de mi primo menos cuarto por los temas históricos me hacía sospechar que iba a ser un libro difícil de leer para mí. Aún así, nunca desecho un libro sin haber leído antes al menos los primeros capítulos y puedo contar con los dedos de una mano aquellos que he abandonado sin terminar sus páginas.
Los primeros capítulos me sorprendieron mucho, porque apenas encontré mis temidos datos históricos. Más allá de algunos nombres de ciudades y mandatarios africanos, necesarios para el desarrollo de la narración, leí las impresiones de un blanco en tierra de negros, desbordado por la grandeza del continente. Su visión es la de un europeo que no se siente superior, por su pasado colonialista, sino más bien al contrario: debilitado por el calor, evidentemente pálido por el color de la piel, sin ansias de dominar sino de situarse a la misma altura para entender el por qué de cada gesto o de cada movimiento de los africanos.
Cuando llevaba algo menos de la mitad del libro, no podía quitarme una palabra de la cabeza: “transparente”. Leer cada párrafo, cada hoja, cada capítulo era ver con total nitidez todo aquello que describía, sin caer en exceso ni defecto de adjetivos y, sobre todo, con un lenguaje sencillo, sin perder por ello la precisión de los términos ni el dinamismo de la narración. Me dejó realmente fascinada la capacidad de Kapuscinski para mostrar una realidad totalmente ajena a la nuestra como algo totalmente cercano e, incluso, cotidiano. A la descripción objetiva del periodista se unía la necesidad del reportero de hacer llegar los rasgos de otra sociedad, conseguir explicar los hechos que hacen que una cultura sea de esa determinada manera, hasta el punto de comprender cómo algunos detalles que podríamos pasar por alto, determinan el día a día de un colectivo. En esta misma línea, me impresionó saber cómo el calor sofocante de África marca soberanamente las actividades cotidianas de la gente, las estructuras de las casas, los emplazamientos de los poblados,… Impacta muchísimo llegar a comprender cómo la sombra y las corrientes de aire pueden llegar a convertirse en un bien preciado, precisamente por su escasez.
Conforme iba avanzando en la lectura, empecé a ver el libro como una metáfora del propio continente del que habla. Es el ejemplo perfecto de lo que significa la palabra “mosaico”. Cada capítulo mostraba una historia y un aspecto diferente de África, a la vez que constituía una pieza imprescindible para entender los hechos anteriores y, con probabilidad, los venideros. Igual que en un mosaico, cada tesela es importante de por sí, ya sea por su forma o por su color, pero cobra su sentido pleno cuando está integrada con el resto de las piezas y, sobre todo, cuando se observa con un poco de perspectiva.
Todo lo dicho en los párrafos anteriores, aparece resumido en un par de extractos que encontré en las últimas páginas del libro:
“Estando en África, el europeo no ve más que una parte de ella: por lo general, ve tan sólo su capa exterior, que a menudo no es la más interesante, ni tampoco reviste mayor importancia. Su mirada se desliza por la superficie, sin penetrar en el interior, como si no se creyese que detrás de cada cosa, pudiera esconderse un misterio, misterio que, a un tiempo, se hallara encerrado en ella. Pero la cultura europea no nos ha preparado para semejantes viajes hacia el interior, hacia las fuentes de otros mundos y de otras culturas.”
“África significa miles de situaciones. De lo más diversas, distintas, contradictorias, opuestas. Alguien dirá: ‘Allí hay guerra’. Y tendrá razón. Otro dirá: ‘Allí hay paz’, y también tendrá razón. Todo depende de dónde y cuándo”.
Tenía ganas de escribir este post para invitaros a leer este libro que ido disfrutando a sorbos pequeños.
P.D: Por cierto, he tenido que buscar en Google cómo se escribía Kapuscinski. No soy tan inteligente como para saberlo de memoria…
¿Cómo se te ocurre decir que has tenido que buscar el nombre del autor en Google después de escribir un post cultureta? De hecho, se me ocurre otra pregunta mejor: ¿cómo es que lo has tenido que buscar en Google si supuestamente tienes el libro en casa? :P
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarQue no guardes nombres o datos en tu memoria no te hace ser menos lista, y por el contrario, leer a alguien como Kapuscinski te acerca más a serlo que muchas personas que se ganan la vida gracias a nombres y datos (a menudo sin contrastar) y que seguro seguro que jamás han leído a Kapuscinski.
Este hombre es de esos de los que escuchas a unos y otros hablar bien, pero que da un pelín de miedo. Tu entrada dispersa ese temor.
Por cierto, ¿no os da la sensación de que Kapuscinski suena a nombre de autor al que dices que has leído y que como a quien se lo digas no tenga ni guarra de quién es ya te va a tener como un empollón? ¡Vivan los empollones!
¡Viva!
ResponderEliminar¡¡Viva!!
ResponderEliminar**Irene, apúntame en la lista de espera para prestar el libro. Aunque ya sabes el que me traigo entre manos (y que durará). No por lo de los empollones, que la petición fue hablada con anterioridad :-P :-P
@Laura: Luego te quejas de que a las mujeres nos interesa más la información adicional absurda, como la que aparece en las postdatas... Pero como soy buena (y tonta), te explicaré el por qué: quería poner el apellido con todas sus tildes, pero el Word no me dejaba poner acentos sobre la s y la n; así que busqué Kapuscinski en Google y copié y pegué el apellido con todos sus acentos... Hasta que llegó el editor de Blogguer y no me permitió poner el apellido correctamente por "errores de formato".
ResponderEliminar¡Hay que explicarlo todo, madre!
@Goldman: Es una ventaja adicional de leerte 'Ébano': luego puedes decir en las reuniones sociales de postín que has leído a Kapuscinski y quedas de intelectual (eso sí, siempre y cuando no tengas que escribir el nombre o el apellido del autor´...).
ResponderEliminar@M. San Felipe: Tranquila, he dejado al polaco cómodamente situado en mi estantería hasta que tú acabes tu libro :-)
Me lo apunto. Ya es hora de que lea a... este señor como se escriba.
ResponderEliminarPor cierto, el miércoles salió en El País una entrevista con un hombre que ha escrito un libro sobre Kapuscinski... y no pusieron ni una tilde ninguna de las veces que aparecía el nombre... así que créeme que estás totalmente exonerada de cualquier tipo de remordimiento ;)
ResponderEliminarEso será porque El País y yo utilizamos el mismo libro de estilo :-P
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