viernes, 18 de diciembre de 2009

El café con sacarina, por favor

Estoy empezando a plantearme seriamente cambiar una de las frases hechas más típicas para cerrar una discusión, ésa de “para gustos, los colores”. ¿No sería mucho mejor decir “para gustos, los turrones”?

Esta duda existencial me asaltó al ver la exagerada variedad de estos productos, colocados a ambos lados de un pasillo entero de un supermercado. Turrón duro, blando, de chocolate, de yema tostada, de Conguitos, de arroz con leche, de yogu-fresa (no se partieron mucho la cabeza con este nombre…), de chocolate y almendras, de guirlache,… Sin olvidar las estanterías de enfrente, con los polvorones, mazapanes, roscos, alfajores, bolitas de coco, mantecados,…

La diversidad de dulces navideños no es preocupante en sí. Más bien es curiosa: ver a una persona frente a las estanterías del supermercado con dos turrones en la mano, con cara de “¿Mi cuñada odiaba a muerte el turrón duro o era el blando?”. O a esa otra que, mientras mete una caja más de polvorones en el carrito de la compra, piensa: “¿Será suficiente con los cinco paquetes de mantecados y los ochos tipos distintos de turrones para los cuatro que cenaremos en Nochebuena?”.

Esto último es lo realmente alarmante. En primer lugar, hay que tener en cuenta que estos productos sólo se consumen una vez al año durante un período escaso de un mes, más o menos; es decir, hay que tomárselos deprisa para que no sobren en febrero. Además, solemos ingerirlos después de haber comido un copioso aperitivo, un gran primer plato, un abundante segundo y un recargado postre, todo ello regado con varias copas de vino y cava. Y por último, nos los suelen presentar en una bandeja que va inevitablemente unida a los brazos de un familiar que te dice: “Coge un par de ellos, que están muy buenos”.

Por tanto, ya sabemos de antemano (y año tras año) que vamos a comer muchos alimentos altos en grasas y azúcares en poco tiempo y que, con bastante probabilidad, nos llenarán el estómago y nos engordarán.

Bien, dado que conocemos las consecuencias de todo esto, ¿por qué sigo oyendo, al final de alguna comida navideña, la frase de “El café con sacarina, por favor”? Y no me digas que lo prefieres así por el sabor…

7 comentarios:

  1. Yo iría más lejos: con sacarina y con leche desnatada.

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  2. Sí, y más lejos aún: mojar un trozo de Roscón de Reyes en ese café con sacarina y leche desnatada

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  3. El autoengaño funciona muy bien, siempre que no seas consciente de que te estás engañando.

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  4. A mí este post me ha abierto el hambre de dulces navideños, lo siento. Eso sí, es que yo prefiero el café con leche condensada y un azucarillo.

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  5. Mi café sin azúcar y sin sacarina, eso sí, probaré todos los turrones de la bandeja. No puedo dejar de probar ninguno, no vaya a ser que el que no deguste sea el que esté más rico...

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