sábado, 5 de diciembre de 2009

Nada que declarar

Es difícil empezar a escribir cuando no tienes nada interesante que contar (bueno, corrijo: cuando no tienes NADA que contar). Pero, tras darme cuenta de que llevo unos quince días sin publicar ningún post, he decido que ya era hora de regar un poco mi cactus-blog, aunque sólo sea pan para hoy y hambre para mañana.

Mi vida en las últimas semanas se resume en dos palabras: ‘trabajo’ y ‘más trabajo’. Nuestra meta es llegar al día 11 con la última entrega terminada y con una salud mental y física más o menos estable. Sinceramente, creo que será más probable que consigamos lo primero que lo segundo. En estos quince días (y los que te rondaré, morena), he pasado por todos los estadios anímicos posibles, desde el paralizante agobio y la risa tonta, hasta el pesimismo absoluto y el pasotismo pacífico.

Entre medias de todos estos cambios de humor sin previo aviso, no hay mucho más que contar: un monólogo y cena en buena compañía, la anécdota de qué hacen un francés y un italiano en una oficina con tres españolas, una escapadita a Barcelona para ver a mis niñas (dos más pequeñas y otra más crecidita) y una tarde entera buscando el vivero perdido. Ya os lo advertí: no tengo una vida interesante.

A la espera de que me llame Brad Pitt (me dijo que iba a dejar a Angelina para fugarnos los dos juntos a dar rienda suelta a nuestra pasión… y aquí estoy, compuesta y sin novio…), me quedan todavía cinco días de trabajo que me absorberán completamente el tiempo. Si sobrevivo, prometo escribir todos esos post que tengo esbozados en mi cabeza.

Deseadnos suerte.

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